Ahora me dirigía con Diana a visitar a mi familia, Se podría decir que no era en realidad una visita puesto que no los saludaría, ni les hablaría, solo pasaría por la casa de mi mama, a la escuela y nos iríamos.
Pero en realidad no me interesaba que no fuera a saludarlos ni abrazarlos, verlos a lo lejos era suficiente para mí.
Hoy solo era sábado. Mañana podía hacer miles de cosas con todos los chicos y también con mis hermanos.
Y ya había arreglado el malentendido con Julie y Paula acerca de “mi humano” Ellas no hablaban de Gabriel, si no de mi maestro de historia, yo le tenía mucho respeto, por que era genial. Alex quería poner tachuelas en su asiento. Pensé que era algo infantil no decirme tal broma y más infantil que Alex le hiciera eso, pero tenía que aceptar a Alex tal y como era, después de todo ahora salíamos. Y ya era oficial.
Diana conducía muy bien, a decir verdad. Iba rápido, pero sin exceder la velocidad. Yo quería llegar rápido, por que tenía la necesidad de ver a todos. Ya.
-¿Diana tu también visitas a tu familia?- pregunte con curiosidad.
-Lo hacia
-¿Por qué no lo haces ahora?
-bueno, me convirtieron hace 87 años, mis amigos y parientes están muertos- Ups, que tonta fui. Pensé que Diana se enfadaría conmigo por hacer esa clase de pregunta o tal vez soltaría una lágrima, pero no lo hizo, se concentro en mirar la carretera con nostalgia.
-lo siento
-no tienes por qué hacerlo, suena duro, pero también te pasara a ti en un par de años.
-no tiene por que
-¿disculpa?
-puedo convertir a mi familia y también a mis amigos.- Esa idea rondaba mi cabeza desde siempre, podía hacerlo yo misma, y todo sería como antes. Tendría a mama e incluso a un par de amigos. Y a Gabriel.
-ojala todo fuera tan fácil Amanda, pero no lo es
-Claro que lo es
-no, eso piensas tu, yo lo intente, pero no funciono. Cuando era humana tenía una amiga con la que era muy unida, la quería como si fuera una hermana, la visite cuando era una vampiresa, pensé que se emocionaría al verme, pero el impacto de verme viva en su habitación hizo que tuviera una crisis nerviosa. No lo intentes Amy.
-Pero… si trato de convertir a alguien que me conoce ahora, como…
-Gabriel
-si- dije en un susurro- Me avergonzaba admitirlo, y aunque quisiera a Alex, no podía olvidar fácilmente a Gabriel.
-no Amy. No lo intentes. Llegamos.- Era cierto, estábamos justo en frente de mi casa. Bueno, la que había sido mi casa.
Una nostalgia enorme embargo mi ser. Contuve las lágrimas e inhale aire para tranquilizarme. Diana puso su mano en mi hombro.
-¿Estás bien?
-Y sabes…no brinco de alegría, pero tampoco estoy al borde de la muerte.
-te entiendo
-La ventana está ahí, mama debe estar en la sala ahora. – juntas llegamos a la ventana. Me acerque lentamente y mire dentro.
Mama estaba en el sofá. Se veía diferente ahora.
Seguía teniendo ese cuerpo que no parecía pertenecerle a alguien de cuarenta años, más bien parecía pertenecerle a alguien de dieciocho. Su cabello teñido y ondulado tenía el mismo largo de siempre. Vestía igual, pero en su mirada había un dolor latente.
No estaba sonriendo y parecía sin vida. Me dolió tanto verla así que no pude contener una lágrima.
Quería tocar el timbre, entrar a mi casa y abrazarla fuerte. Ella miraba el televisor y comía cereal. Parecía incompleta y desdichada.
Mama perdió a mi padre. Y ahora, también me había perdido a mí.
Pero yo estaba viva y no dejaría que ella sufriera, avance hacia la puerta cuando Diana tomo mi brazo con fuerza.
-No Amanda. Es hora de irnos. Ahora vamos a tu escuela.- me subí de mala gana al coche. Algún día vendría yo sola a ver a mama. Era una promesa.
Cerré los ojos mientras Diana conducía. Paro. Me dio unos lentes de sol.
El olor de mi viejo colegio capto mi atención. Estábamos estacionadas al otro lado de la calle, pero podía ver cada uno de los rostros de los alumnos que ahora iban a sus casas. Me puse lo lentes de sol para que nadie me reconociera.
Entonces vi a mis tres mejores amigas: Samanta, Con sus ojos azules y risos rubios, Sara, Alta y atlética y Rachel, despistada y adorable.
Estaban con un chico que reconocí al instante, el también era amigo mío. Su nombre era Oliver, era un chico muy bien parecido con una personalidad divertida y sencilla.
El era uno de los pocos sujetos que valían la pena en el colegio. Respetaba a las chicas y era inteligente.
Cada una de sus miradas expresaban nostalgia, pero aun así reían. Me alegre al contemplar que no eran tan infelices. Solo había algo raro en ellos.
Todos tenían un dije con dos alas de Ángel. Una de esas alas tenía grabado mi nombre.
No quería ver más.
-Diana ¿podemos irnos?- Ella no dijo nada, solo arranco en auto.
Y así me despedí de mi pasado. Sabía que más bien no era una despedida, si no una hasta luego.
-¿Demasiado duro?- pregunto Diana después de un rato
-si- conteste yo.